Como es sabido, no hay enfermedades sino enfermos. De la misma manera la osteopatía no trata una lista de patologías sino a personas.

El cuerpo humano desde su concepción se comporta como un sistema de adaptación-compensación que soporta informaciones físicas, emocionales y químicas, principalmente. Llega un momento en que es incapaz de compensar más y aparece la necesidad de ayuda como un mecanismo de alerta. La osteopatía intentará favorecer los mecanismos que posibiliten las adaptaciones necesarias para la expresión de la salud precedente. 
 
El osteópata observa a la persona como una unidad física, mental y emocional, valora la movilidad con sus manos y con su acción, favorece el reequilibrio y permite la expresión de un mayor nivel de salud. Por lo tanto contribuye a mejorar sintomatologías osteoarticulares, digestivas, respiratorias, del sistema nervioso… puede ayudar en cualquier caso y en cualquier etapa de la vida a mejorar nuestro nivel de salud dentro de las posibilidades de cada momento. Valora e informa al paciente si su caso es adecuado para ser tratado mediante Osteopatía, si se necesita la colaboración de otros profesionales o si debe ser visto por otro especialista.
 
Tiene un especial interés y eficacia en los bebés y niños ya que su capacidad de cambio es mayor. Además el nacimiento tiene un inevitable componente traumático y mediante un tratamiento precoz pueden resolverse con facilidad situaciones que a la larga pueden provocar compensaciones más o menos importantes. Según Viola Frymann, en un estudio realizado en Estados Unidos, solo el 11% de los recién nacidos tenían un mecanismo craneal normal o casi normal; siendo del 89% con el mecanismo alterado, bebés con lesiones de muy diversos tipos desde la más benigna a la más importante. Por lo que es muy recomendable una visita al osteópata en las primeras semanas del bebé.
 
También es muy interesante el trabajo durante el embarazo, cuando los espacios de la madre y el bebé deben encontrarse y crecer conjuntamente. Así como para la mujer tras el parto para favorecer los movimientos fisiológicos de los sistemas membranosos que a menudo han sido sometidos a fuertes tensiones en la fase expulsiva y, cuya liberación, favorece adecuada recuperación de la madre.