Osteopatía para neonatos y bebés
Si bien la Osteopatía puede ser de gran ayuda a cualquier edad, es en los bebés y los niños donde observamos cambios a menudo espectaculares. Ello es debido a su gran potencial de cambio al encontrarse en pleno desarrollo. La suave aproximación del Osteópata hace que se muestren relajados y a menudo se duerman durante el tratamiento.
¿Porqué tratar un bebé recién nacido o en los primeras semanas? Desde que somos concebidos, nos vamos adaptando a los estímulos que nos llegan, ya sean físicos, químicos o emocionales. Durante el embarazo, somos uno con nuestra madre y esos estímulos suelen llegar a través de ella (falta de espacio, medicaciones, estados de angustia…) Así, el bebé en el momento de nacer ya ha recibido sus informaciones y se ha ido adaptando a ellas. Además el parto suele ser un momento de stress. La compresión longitudinal ejercida por el músculo uterino en el descenso, la forma en que se produce el expulsivo, la necesidad de usar instrumental para ayudar en ese momento…. pueden provocar nuevas adaptaciones. Si el alumbramiento se hace por cesárea el bebe no pasa por el canal del parto y no recibe la compresión fisiológica que la naturaleza nos tenía preparada y la expresión vital también puede verse afectada.
Además pasamos de un medio acuático a un medio aéreo. Al salir de nuestra madre, lloramos (normalmente acompañado de un reflejo de moro) y ponemos en marcha nuestros pulmones y nuestro sistema de membranas. Este es un momento fundamental para los osteópatas ya que de él depende que la capacidad funcional del niño se muestre libre. Además, este importante cambio de entorno, se sucede de un no menos importante cambio circulatorio al pasar de la circulación placentaria a la sistémica; el momento en el que se corta el cordón umbilical es otro de los acontecimientos que pueden dejar rastro bajo las manos del osteópata.
En una sesión durante los primeros días, la aproximación del osteópata permitirá que esas adaptaciones se regulen. Que la expresión vital en la línea media se libere y que el bebé pueda interaccionar con las leyes naturales sin restricciones: coma, duerma y manche el pañal. Todavía los padres acuden al osteópata, no como prevención sino con un síntoma concreto: dificultad de lactancia, cólicos, estreñimiento, desviaciones de la línea media, dificultades de sueño, etc. Nuestro trabajo ante cualquier síntoma es el mismo, permitir que la fisiología del niño se exprese con su máximo potencial, dándole un punto de apoyo desde el que pueda desplegarse completamente o al menos, al máximo de sus posibilidades. Ello permitirá una mejor adaptación y una desaparición del síntoma.
La primera forma de vida en nuestro planeta a la que llaman Luca, acrónimo de «Last Universal Common Ancestor», surgió hace tres mil seiscientos millones de años y ha dado lugar a todos los seres vivos del planeta. En todo este tiempo podemos pensar que la naturaleza sabe muy bien lo que hace y que tan sólo hay que ayudarle a que lo pueda hacer.
El trabajo con bebés, lejos de su apariencia, necesita una gran capacidad de neutralidad por parte del osteópata. En los primeros meses la mente no tiene cabida; el recién nacido juzga la intención pura de quien se aproxima a ellos y si nos consideran justos suelen deslumbranos con transformaciones durante la sesión que a menudo nos emocionan.
En los niños, considerando estos hasta los 14/15 años, los tratamientos de osteopatía suelen dar también muy buenos resultados ya que las adaptaciones no han entrado en patrones rígidos, lo que hace que sean necesarias menos sesiones. Otitis, cefaleas, bronquitis, dolores abdominales difusos, acompañamiento a ortodoncias, etc. son tratados a diario con éxito en la consulta osteopática.